lunes, 19 de marzo de 2012

Heridas sangrantes

Dicen que el tiempo lo cura todo. Te das un golpe, te caes y te levantas. Física o mentalmente, el tiempo hace que se cure, con cicatriz o sin ella. Sólo hay un elemento del que no se puede prescindir: una herida que curar. Y la herida, esa herida que creemos que nos hacen, esa que sufrimos y nos tortura, la construimos nosotros mismos.

Sin embargo, que ese dolor sea una herida, es bueno. Todas se curan pues el tiempo hace maravillas. Cuando no dejamos que lo sea, cuando vivimos el dolor, lo hacemos parte de nosotros mismos, le dejamos que llegue a lo más profundo, a nuestras entrañas, nos cerramos el camino fácil, le damos la espalda a nuestro salvador tiempo. Aunque seguirá torturando.

Quizá, y tan sólo quizá, cuando te das cuenta de eso, es momento de dejar que aparezca la herida, terminar de caer para poder pensar en levantarte, y ponerla a sangrar. Dejar fluir la inocencia, las expectativas, el futuro. Vaciarnos. Escoger los más preciados recuerdos y guardarlos en el fondo del corazón. Y, la clave, dejarla sangrar.

sábado, 10 de marzo de 2012

La ciudad que nunca duerme

Sábado. 6.00 de la mañana. Sabadell. Es el segundo tren de la mañana con destino Barcelona. En el andén una mezcla de trabajadores, viajeros y jóvenes que vuelven de fiestas. Dentro del tren, más de lo mismo. Los primeros con caras de cansancio, los segundos agitados. El tren da algún salto, todos nos despertamos de repente.

6.30. Los túneles del metro de Plaça de Catalunya. Metro, Rodalies y Ferrocarrils todo en uno, parece una ciudad subterránea. De los muchos pasillos sale y entra gente, de todo tipo, con todas las caras, solos y acompañados, que salen de Barcelona y que recién llegan. Un grupo de jóvenes consiguen por sus pintas que Barcelona parezca de los años 80. Sonrío. Se ven grupos de turistas y extranjeros, muchos borrachos. También los ochenteros. Una pareja discute; fidelidad. Van bebidos.

7.00. Paraŀlel. Salgo esperando una soledad absoluta. Al contrario. Personas vendiendo cerveza, varios en grupos y con risas. Cafeterías abiertas y con gente dentro. Algunos con el primer café de la mañana, otros están apurando la última cerveza de la noche. O de la mañana. Paso por la comisaría. Hay gente dentro, como siempre. Las gaviotas empiezan a hacer ruido. Veo a Colón entre los árboles. Amanece.

Te quiero, Barcelona, nunca duermes.

lunes, 5 de marzo de 2012

Con nombre y apellido de mujer


Creo que debería dejar de pensar en ti. Eres mi primera imagen por las mañanas y la última cuando cierro los ojos. Probablemente hasta sueñe contigo. O no. Mis sueños son muy extraños. Aunque tampoco lo son tanto, simplemente, son sueños.

Estoy como en una película, con un angelito y un diablo. Uno me dice que deje de pensar en ti, el otro que siga haciéndolo, no sé qué dice quién. Tengo miedo. De mi cerebro. De mi corazón. De mí. Algún día creceré. Quizá no sea cuestión de madurez, quizá simplemente soy así, quizá no.

Me da miedo quererte. Me da miedo haber escrito esa palabra. “Quererte”. Mi corazón está seguro, el resto de mí tiembla tan solo con la idea. ¿Es un sí? ¿Es un no? Estoy ciega. No pienso si es posible o no. Mentira. Sí lo pienso, pero no me importa. Cuando el corazón ve todo lo demás calla.

No necesito tenerte delante. Ni escucharte. Ni ser nadie. Algo dentro de mí te ve. ¿Lo verás tú también algún día? Grabaré estas palabras con tu nombre. Si en algún momento dejas de mirar para ver, te lo enseñaré. Mientras, la llave está en el fondo del mar.