viernes, 15 de octubre de 2010

Momento

El pequeño pajarito paso volando al lado mío. Ahí quieto, entre esas manchas fucsias y blancas, con esos ojos vivarachos y esa paz. Los gatitos. Suavemente tirados, alrededor de su casa, con ese techo de débil plástico y la comida. Uno, dos, tres... seis. Hasta seis. Repartidos, en grupos, pardos, negros, cubriendo la verde ladera de casa al mar.

El sol cae lentamente, la sombra se va extendiendo poco a poco por la ciudad. La cima de las palmeras se ennegrecen, se mueven agitadas, gritan. Y las banderas ondeantes, en pequeños puntos, mueven sus vivos colores reclamando lo que es suyo, o así sueñan. Esos barcos que estaban lejos, en el ancho mar, entran a puerto, poco a poco, acompañados, buscando refugio.

Y los veleros. Esas pequeñas velas y barcos moviéndose al compás del inmenso mar que los guía, surcando la libertad que les da y la paz. Esa calma de un ser tranquilo, alguien que hoy tuvo un buen día y no nos golpea con su furia. Los windsurfistas surcan la costa, intentando mantenerse en pie, moviéndose libres.

Los coches y la gente. Pequeñas hormiguitas que callejean en la más absoluta independencia. Solos por las callejuelas, solos por las grandes avenidas y autopistas. Y se paran. Todos como en un momento. Todos guiados por una mano que los detiene, para que el sol se vaya a descansar, hasta otro día en el que nos alumbre.

El mundo se para, se detiene, solo queda lugar para nuestros pensamientos, nuestros sueños y para el amor. Para el que nos da, para el que le damos, para el que deberíamos dar. Todo inmóvil mientras una joven tórtola, tranquila y rodeada de actividad humana, le despide alegre. Mañana será otro día, pero todo seguirá estando ahí, en nuestro interior.

No hay comentarios:

Publicar un comentario