lunes, 19 de marzo de 2012

Heridas sangrantes

Dicen que el tiempo lo cura todo. Te das un golpe, te caes y te levantas. Física o mentalmente, el tiempo hace que se cure, con cicatriz o sin ella. Sólo hay un elemento del que no se puede prescindir: una herida que curar. Y la herida, esa herida que creemos que nos hacen, esa que sufrimos y nos tortura, la construimos nosotros mismos.

Sin embargo, que ese dolor sea una herida, es bueno. Todas se curan pues el tiempo hace maravillas. Cuando no dejamos que lo sea, cuando vivimos el dolor, lo hacemos parte de nosotros mismos, le dejamos que llegue a lo más profundo, a nuestras entrañas, nos cerramos el camino fácil, le damos la espalda a nuestro salvador tiempo. Aunque seguirá torturando.

Quizá, y tan sólo quizá, cuando te das cuenta de eso, es momento de dejar que aparezca la herida, terminar de caer para poder pensar en levantarte, y ponerla a sangrar. Dejar fluir la inocencia, las expectativas, el futuro. Vaciarnos. Escoger los más preciados recuerdos y guardarlos en el fondo del corazón. Y, la clave, dejarla sangrar.

2 comentarios:

  1. Dejar que duela, para después recomponerte a la perfección, sin rastros de heridas internas.

    Besos

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