sábado, 27 de marzo de 2010

Soliloquio: Mensaje a Dios

Llevo aquí ya más de una hora. Cuando llegué no te saludé, no te dije nada, no hice nada, quería que fueses tú él que dieses el primer paso, esperaba que me mostrases lo equivocado que estaba, pero nada, no he tenido suerte. Últimamente tenía dudas. ¿Por qué sigo viniendo aquí? ¿Por qué aún confío en ti? Tú no has hecho nada que me inspire confianza, pero sigo visitándote.
Desde que nací, tú y yo hemos estado relacionados. Mi casa está cruzando la calle, mi abuelita venía a verte a diario, hasta que decidiste llevártela. ¿Qué le hiciste? ¿Por qué no la dejaste conmigo? Mi padre y yo la necesitábamos, era la única figura femenina que había en mi casa, y tú nos la arrebataste, sin ningún tipo de compasión. Mis compañeros y amigos dicen que eres alguien bueno, yo intento creerlos, pero… ¿por qué nunca haces nada que lo demuestre?
Mi padre me abandonó voluntariamente unos meses después de que te llevases a la abuelita. Ya no tenía ganas de nada, porque tú tenías a las mujeres de su vida, no le quedaba nada conmigo, yo no era suficiente. Sabía que se iría, cada vez estaba peor, y aunque vine a pedirte que lo hicieses cambiar de opinión, actuaste como si nadie se hubiese acercado a ti.
Tú siempre igual, ignorando lo que te decimos y haciendo lo que te da la gana. Mi abuelita y mi padre se fueron contigo, a mi mamá ni siquiera la dejaste conocerme, tú la querías más. Estoy harto. Esta es la última vez que me siento aquí para que hablemos, no tiene sentido. ¿Eres así solo conmigo? ¿Los demás son mejores y les ayudas?
Cuando estaba cruzando la calle, vi a unos cuantos señores que salían de aquí, estaban todos tristes. Cada vez estoy más convencido de que no solo no me quieres a mí, sino que todos te damos igual. Y, sin embargo, todavía somos muchos los que nos dirigimos a ti buscando cobijo, los que creemos que es culpa nuestra que no nos ayudes. Intentamos ser buenos, venimos a verte, cuidamos y limpiamos tu casa, somos buenos con todos tus hijos, y son muchos, pero tú te mantienes tan impasible que asustas.
Hoy me despido de ti. Mi abuelita me pidió que siguiese a tu lado, que tú no me abandonarías nunca y me guiarías por el buen camino. Mi profesor me aconsejó que confiase en ti, que tú tenías todas las enseñanzas que necesitaría en mi vida. Mi papá me dijo que aunque no me hubieses ayudado nunca, tú eras un hombre bueno, él único que me escucharía siempre, que me vigilaría y protegería más de lo que él podría nunca.
¿Sabes? Ahora me doy cuenta de que ellos me mentían. Entonces era más pequeño, no llegaba ni a mirar por la mirilla de la puerta, y tú ya me habías enfrentado a más de lo que cualquier adulto se enfrentará antes de cumplir el medio siglo de edad. Fuiste y eres duro conmigo, y, aunque sé que me has dado un carácter resuelto, no quiero seguir con esto. No puedo vivir pensando que tengo que hacerte feliz siempre, que tengo que hacer lo que me ordenas sin preguntar.
Se acabó. No te doy las gracias por nada. Te comportaste mal conmigo, y con mi familia. Siempre me dijeron que yo debo de perdonar a los demás. Que el perdón es algo sabio y bueno, pero no lo voy a cumplir. ¿Por qué? Porque ahora, ahora que estoy estudiando y empiezo a conocer, sé que fuiste tú el que les enseñó. No les diste oportunidad de dudar de ti, tenían miedo, eras todo lo que conocían. Conseguiste que hiciesen cualquier cosa por ti, pero conmigo no lo vas a conseguir.
Sigo sin entender por qué me odias de esta manera, quizá tanto como yo a ti. Bueno, en realidad sí que lo sé. Es por mi supuesta “enfermedad”, ¿no? Nací así, no puedo ni podré cambiarlo nunca, pero no por eso tenías que arrebatarme a mi familia. No solo te los llevaste contigo para castigarme, sino que además lo planeaste todo para que, si ellos se hubiesen podido quedar de alguna manera, me odiasen.
Eres muy inteligente, lo sabes muy bien. Pero conmigo no puedes. Soy el fallo de tu creación en todos los sentidos. Has sido tú el que me ha convertido en tu “criptonita”, ahora atente a las consecuencias. No voy a obligar a nadie, como lo has hecho tú, ni voy a destrozar hogares, pero utilizaré mi vida entera en ayudar a aquellos a los que tú no amas. Los demás deberán de darse cuenta de lo que hay. Yo ya lo hice. Adiós.

No hay comentarios:

Publicar un comentario